Un día después de las elecciones madrileñas, el Gobierno desvela los detalles del famoso "Plan de recuperación" post-COVID presentado en Bruselas recientemente, y que supondrá un aumento en la presión fiscal de hasta 6 puntos, pasando del 34 al 40%.
Este hachazo fiscal que nos espera no será aplicado exclusivamente a los ricos, sino al común de los mortales, suponiendo un mayor esfuerzo para las rentas medias y bajas.
Y nos preguntamos esta mañana: ¿no habría que empezar por reducir el gasto público en lugar de subir los impuestos para que los ciudadanos financiemos el cada vez mayor número de políticos, asesores y consejeros, las ineficacias económicas de su gestión, las subvenciones innecesarias y sus corruptelas?
Bajo el engañoso término de “armonización fiscal” se esconden una serie de medidas que supondrán para la mayor parte de los ciudadanos un empobrecimiento real, pues el hecho de tener que pagar más impuestos reduce la cantidad que una persona o una familia tiene para gastar. Así, a partir de la entrada en vigor de esta reforma fiscal anunciada para 2023, suben -entre otros- los siguientes impuestos:
- Por supuesto, el IRPF: tanto en % sobre los ingresos como en la eliminación de distintas deducciones, como por ejemplo, la que tanta polémica ha generado que se aplica por tributación conjunta o las que bonifican a las aportaciones a un plan de pensiones. Esta subida afectarán a todas las personas cuyos ingresos anuales superen los 2.400 euros al mes.
- Subida del impuesto de sociedades
- Eliminación de bonificaciones y reducciones a la contratación. (¿Así se pretende impulsar el empleo?)
- Impuestos al Patrimonio y Sucesiones
- Impuestos digitales (tasa Google), que ya hemos comprobado no pagan las compañías digitales, sino sus usuarios.
- Peajes en las autovías. Pagaremos, no solo por construir las autovías, sino también por su utilización. Esto perjudicará principalmente a transportistas y a todos los que tienen coche.
- Impuesto al diésel y de matriculación
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